miércoles, 17 de febrero de 2010

Quise de niña ser como la Virgencita

Soñéme tomando un baño sin mi manto, más bien vestida de fraq;
Duermome como Reyna, sin preocupaciones y a baba suelta;
Gástome el tiempo en ociosidades;
Véome mucho frente al espejo;
Soyme prisionera de mi, de la isla que es mi mente.



Quise de niña ser como la Virgencita... portarme bien, ser buena madre y esas cosas, pero no se armó. Porque las habemos de dos tipos, las Virgencitas con V de vacas y las Birgencitas con B de buenas, con la b labial inflada de colágeno.

Crecí curvosa, Santa, pero de Federico Gamboa, monja descalificada nacida en tiempos de Puro Pilates, soltera sin hijos que sufran por los pecados del mundo -o propios-, fui molécula del espiral de las exias: anorexia, drunkorexia, pregnorexia... donde la sofisticación del intelecto está en deleitar las charlas de café poniendo a todo el prefijo über o narco.

De altares tengo los bares y mi retrato, el que acarician mis devotos, una instant polaroid con corrientes pictóricas de siglos posmodernos de pandémica diarrea mental !Que vivan la vida hiperreal á la carte, y el photoshop!

En cierta casa habita un cuadro con una feroz vagina de los años 70, siempre me siento frente a ella y nos miramos, discutimos. Ella me dice "copia número infinito de Britney" y como no sé de perdón le grito "hija de la tía Cosa"; eso hasta que llega alguien a separarnos, hasta que mejor nos ignoramos.

La belleza efímera me deslumbra, debí llamarme Santa Devota de los Escaparates (sobre todo humanos), en su defecto, como me tocó la de malas... Vanidad.

Confieso, como toda Beata en ejercicio purificador, a veces me siento a llorar frente a los obituarios, hasta que se pone arrugado el casi extinto periodico gris cuya tinta mancha las manos. Lloro mucho por gente que no conozco, igual me da tristeza saberlos muertos... habrán sido igual que yo de santos... no sé, yo lloro.

Quise de niña ser como la Virgencita... pero no se armó.